El embrión

Y ahí estaba ella... Sonia (Estrella, para los clientes) prostituta de profesión, princesa por vocación; absorta mirando el nuevo ser que de sus labios había emergido. Ligero y blanco como las nubes pero tóxico y maloliente como la muerte. El nonato de humo flotaba entre el backstage del bar y sus pupilas rodeadas de venas nocturnas enrojecidas. Nunca se supo si fue la noche, el alcohol, el ambiente o incluso esa masa de nicotina a la que dio a luz, el caso es que el par de ojos llovieron sobre su maquillaje ($85.00 - 10% por temporada).

Estaba harta...

Años (10) de soportar caricias con etiqueta de descuento. De respirar aire que no era el suyo sino del que mejor pagaba. De sudar una y otra vez presa de calores que no llegaban más allá de la piel, dejando helar sus huesos. Su corazón.

Y ahora debía cargar con un hijo que vino sin avisar. Ahora yacía ahí, en espera de que el rojo de su lapiz labial ($19.90) cortara el etéreo cordón umbilical para terminar de darle vida al producto de su garganta, inseminada con tabaco rubio ($25.00 la cajetilla o $3.00 c/u).

No estaba lista...

¿Madre? ¿Ella? De ninguna manera. Sabía por experiencia que las madres son ruines, que no te abrazan sino para sacarte el dinero de la bolsa. No señor. Ella no podía ser madre. Debía hacer algo al respecto. Enjugó sus lágrimas y aspiró... aspiró como si quisiera sorber toda la vida del mundo y quedarse sola, que al fin y al cabo sola vivía. Sola moriría.

Antes de caer pudo ver a su hijo siendo absorbido emitiendo gritos inaudibles. Luego nada. Un intenso mareo y oscuridad total. Despertó rodeada de sus compañeras (Flor $500, Azucena $350 y la pequeña Yesica $900) asustadas por el repentino desmayo. Se tranquilizaron al verla sonreír e incorporarse, lista para volver al trabajo entre las risas de alivio y las palmaditas de solidaridad...

Si supieran que cinco minutos atrás había abortado...